Básicamente uno de los dos debe estar bautizado, querer casarse libre y voluntariamente, estar soltero, no tener vínculos de consanguinidad y ser del sexo opuesto natural (hombre y mujer).

Si uno de los contrayentes es católico y el otro cristiano no católico o de otra religión, es necesario un permiso ecesiástico especial. El cónyuge católico, además, debe declarar que evitará los peligros que lo aparten de la fe y comprometerse a educar a los hijos dentro del seno de la Iglesia católica. Cuando vengáis a hablar con el mossèn, os aclarará estas cuestiones de forma personalizada, en función de vuestro caso.

Esto depende de cómo se haya casado previamente. Si se casó solo por el civil, no hay ningún impedimento para casarse por la Iglesia, pero si se casó por la Iglesia y el matrimonio no es nulo, no es posible, porque ya está casado.

Es un proceso judicial eclesiástico, donde se puede demostrar —aunque haya habido una boda e incluso hijos— que nunca hubo un sacramento y por tanto, el matrimonio es nulo. Desde 2015, el Papa impulsó una reforma para acelerar los trámites de este proceso que necesita de un análisis profundo, que es normalmente lento. Existe una idea de que la nulidad matrimonial es cara y sólo la consiguen personas ricas. Esto no es verdad.

Los sacramentos no tienen precio. Lo que os pedimos es un donativo voluntario y en función de vuestras posibilidades, que nos ayude a cubrir parte de los gastos de la parroquia, como la electricidad o las actividades que hacemos con niños y jóvenes o las ayudas que requieren los usuarios de Cáritas.

¡Sí! ¡Pero el curso prematrimonial en la Parroquia de Parets no es una charla de fin de semana y ya está! Se trata de un curso participativo, que os permitirá estar realmente preparados para tomar posiblemente la decisión más importantes de vuestra vida.

En la Iglesia católica nunca obligamos a nadie a hacer algo que no quiera hacer. Lo que sí es verdad es que no tiene sentido prepararse para un sacramento tan relevante como es el del Matrimonio, y no participar en la Misa (el sacramento más importante de todos). De hecho, la idea no es ir a Misa sólo durante vuestra preparación, sino tener un encuentro con Jesús y vivir como católicos, que por lo menos van a Misa cada semana.